La formación a distancia a causa de la pandemia por la covid-19, la desmotivación de los alumnos, la lucha contra la desigualdad, la introducción de las nuevas tecnologías en las aulas o la demanda de nuevas competencias en el mercado profesional son solo algunos ejemplos de motivos que evidencian la necesidad de apostar por la innovación y la puesta en práctica de nuevas metodologías de enseñanza superior.
Se calcula que, en los próximos 10 años, la enseñanza como profesión crecerá entre un 3 y un 9%, evolucionando hacia un modelo más lúdico, tal y como sugiere el estudio Tendencias de innovación en educación del Instituto de Innovación de ESIC Business School (ICEMD). En este mismo informe se determina que la utilización de una metodología de enseñanza más divertida mejora la participación, la atención y la retención del conocimiento, así como la ratio de asistencia o la calidad del contenido que generan los alumnos.
Introducir nuevas metodologías de enseñanza en las aulas universitarias se ha convertido en todo un reto para los docentes. Durante las últimas décadas han surgido varios modelos que se centran en el alumno como, por ejemplo, el aprendizaje por proyectos, la educación emocional o la gamificación, es decir, actividades recreativas para fomentar la motivación de los alumnos, entre otros. Sin embargo, hay tres nuevas metodologías de enseñanza que han destacado por encima de otras por los resultados obtenidos: el aula invertida, design thinking y el aprendizaje cooperativo.
El aula invertida o flipped classroom es un modelo pedagógico en el que se invierten los elementos tradicionales: los alumnos estudian las materias en casa y las trabajan en el aula.
Un reciente estudio de la revista International Journal of Developmental and Educational Psychology señala que el 68,8% de los estudiantes prefiere la clase invertida en lugar de las clases tradicionales, y el 77,7% considera que asimiló mejor los contenidos con el modelo de clase invertida que con la metodología tradicional.
En algunas universidades y centros de educación superior, las clases se graban en vídeo y se comparten con los estudiantes para que los puedan visualizar en casa. Posteriormente, se refuerzan los conceptos aprendidos en el aula, atendiendo a las necesidades de cada alumno, con trabajos por proyectos o mediante la búsqueda de soluciones a problemas reales a partir del trabajo colaborativo.
La metodología de enseñanza conocida como design thinking o pensamiento de diseño se basa en un método que tienen los diseñadores y que permite identificar los problemas reales de cada alumno para, de este modo, generar una experiencia educativa, basada en la creación y la innovación, que supla sus necesidades.
En primer lugar, se plantea un problema en el aula y después, a partir de un trabajo en equipo y mediante los pasos de descubrir, interpretar, idear, experimentar y evolucionar, se busca la solución más eficiente.
Esta metodología se asimila mucho más a la vida real y a la forma en que se trabaja en el mundo laboral. Por este motivo, el design thinking permite a los alumnos adquirir competencias como la creatividad o el trabajo en equipo, capacidades esenciales para el actual mundo laboral.
El aprendizaje cooperativo se basa en el trabajo en equipo y en la consecución de objetivos comunes, que tan solo se pueden alcanzar si cada miembro del proyecto cumple con su tarea.
Se forman grupos de entre tres y seis miembros, en los que cada persona adquiere un rol determinado. Con el fin de alcanzar el objetivo fijado, deberán trabajar de forma coordinada para resolver los posibles conflictos que puedan surgir entre ellos, dejar a un lado la competitividad y priorizar el bien común.
Este modelo, ofrece la oportunidad de mejorar la interacción social, el trabajo en equipo, la implicación, la atención o la adquisición de conocimientos. De hecho, según el artículo Experiencias de trabajo cooperativo en la educación superior. Percepciones sobre su contribución al desarrollo de la competencia social de la Universidad Católica San Antonio de Murcia, los alumnos universitarios perciben que con el aprendizaje cooperativo desarrollan mejor algunas de sus competencias sociales como la empatía, el consenso o la asertividad.
Las metodologías de enseñanza activas son cada vez más. Por esta razón, resulta imprescindible elegir la más adecuada según las características del alumnado para obtener los resultados deseados. No existe un único modo de enseñar, sino un método que se adecua mejor según el entorno y las necesidades de los alumnos de educación superior.
La Universidad de Sevilla ha llevado a cabo un estudio sobre la metodología docente de Aprendizaje Basado en el Desarrollo de Proyectos (ABdP). Se trata de un modelo centrado en los estudiantes y en el que el profesorado tiene un papel facilitador-orientador-tutor. Con esto, se ha demostrado la efectividad del aprendizaje activo, ya que, los alumnos no solo obtuvieron mejores notas y suspendieron menos, sino que también pudieron asimilar más fácilmente tanto las competencias específicas de la asignatura como las de carácter personal, sistémico e instrumental.
Por tanto, para elegir el modelo educativo más adecuado es fundamental que los docentes sepan responder preguntas como: ¿qué objetivos se quieren lograr? ¿Cómo son mis estudiantes y qué necesitan? ¿Qué tecnologías se adaptan mejor a mi aula? ¿Cómo se evaluará el proceso de aprendizaje?
Para ello, resulta esencial que los profesionales de la educación estén en constante aprendizaje, con el objetivo de seguir innovando y adaptando las distintas metodologías de enseñanza disponibles. Solo así podrán alcanzar sus metas para ayudar a sus alumnos tal y como lo necesitan.
Con el fin de lograr una transformación en la educación superior, los docentes deben afrontar algunos retos que están surgiendo en esta época de transformación, tanto a nivel tecnológico como cultural. Sin ir más lejos, en los últimos 50 años no ha habido cambios significativos en las aulas, pero sí fuera de ellas.
Un ejemplo ha sido la pandemia de la covid-19, la cual nos ha demostrado que es posible aplicar metodologías de enseñanza actualizadas y adaptadas al momento en el que vivimos. Angel Fidalgo, profesor de la Universidad Politécnica de Madrid e investigador de innovación educativa señala que ”ahora que sabemos que el sector educativo puede cambiar, comencemos la revolución en nuestras aulas”.
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