Tipos de energía no renovable y su impacto medioambiental

01/06/2022 | Santander Universidades

En el año 2020, según datos de la consultora Enerdata, el 28% de la electricidad generada a nivel mundial fue a partir de las energías renovables, mientras que el 72% restante provenía de fuentes de diversos tipos de energía no renovable. Una información que parece sostener la denuncia de Greenpeace, que asegura que el ritmo evolutivo de los sistemas energéticos sigue siendo demasiado lento.

Si quieres saber más sobre qué tipos de energía no renovable existen, cuáles son sus inconvenientes y por qué a día de hoy estas fuentes siguen siendo las más utilizadas a pesar de sus consecuencias en el ámbito social y medioambiental, con una especial responsabilidad en el cambio climático, te lo contamos todo.

¿Qué tipos de energía no renovable existen?

Para aminorar estas consecuencias, resulta imprescindible conocer de qué tipos de energía no renovable hablamos, entender su funcionamiento y averiguar qué otras fuentes energéticas verdes o renovables podrían sustituir sus funciones. Sobre todo, si queremos evolucionar hacia un planeta más limpio y eficiente, y teniendo en cuenta que, en los últimos años, ha habido un claro avance hacia la sostenibilidad en este sector, con el fin de lograr una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y así cumplir con lo establecido en el Acuerdo de París.

A continuación, te presentamos los tipos de energía no renovable más utilizados a día de hoy: los combustibles fósiles —petróleo, carbón y gas natural— y la energía nuclear. 

Petróleo

El petróleo se extrae de rocas sedimentarias en las que se han acumulado residuos de animales y plantas durante millones de años hasta dar como resultado el compuesto químico que conocemos. Este mismo se usa como combustible para vehículos y todo tipo de maquinaria o para la fabricación de plásticos, fibras sintéticas, explosivos o abonos con fines agrarios.

El petróleo es, dentro de los combustibles fósiles, la fuente energética que mayor protagonismo ha obtenido a nivel global. Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el conjunto de estas energías emite dos tercios de las emisiones mundiales de CO2, comprendiendo, además, el 80% de la demanda de energía primaria en todo el planeta. Estados Unidos, Arabia Saudita, Rusia y Canadá se encuentran entre los principales productores, aunque su consumo es global.

Carbón

Se trata de la fosilización de los residuos orgánicos vegetales, por lo que hablamos de una composición diferente a la del petróleo, pero de procedencia similar. Asimismo, el carbón es, probablemente, uno de los tipos de energía no renovable más explotados junto con el petróleo

De hecho, sin ir más lejos, un informe de Statista sitúa este recurso energético como el más utilizado a nivel global en el año 2019. Teniendo esto en cuenta, no es de extrañar que, tal y como señalan unos datos de Greenpeace, el carbón sea el combustible fósil que más peso tiene sobre el cambio climático, cuyos niveles de contaminación son notablemente mayores que los de su productividad eléctrica, y el que causa un gran número de muertes prematuras de forma anual.

Los países que más producen este combustible fósil son China, India, Estados Unidos, Indonesia, Australia o Rusia, aunque su consumo también se extiende a todo el mundo. 

Gas natural

Por lo general, el gas más contaminante que todos conocemos es el CO2, sin embargo, existen otros que también generan un impacto ambiental negativo, como es el caso del metano. Según la ONU, el sistema de producción y uso de combustibles fósiles, entre los que se encuentra el gas natural, emite a la atmósfera alrededor de 110 millones de toneladas de metano al año.

Si bien en el plano social parece estar más aceptado, su producción es igual de contaminante que la del resto de combustibles fósiles, según indica Greenpeace. Y es que, el metano, uno de los gases que más contribuyen al efecto invernadero, es el principal componente del gas natural. No obstante, el gas natural se comercializa en todo el mundo y se genera mayormente en países como Rusia, Irán, Qatar, Estados Unidos y Arabia Saudí. 

Energía nuclear

Este tipo de energía no renovable genera residuos radiactivos que se mantienen durante miles de años. Por otro lado, Greenpeace asegura que gran parte del parque productivo de energía nuclear en todo el planeta está envejecido, lo que puede propiciar la aparición de nuevos accidentes.

Por suerte, como consecuencia de todo esto, así como de los elevados costes de su renovación, el uso de la energía nuclear cada vez es más escaso, ocupando en torno al 4,5% del consumo de la energía primaria demandada en el mundo. Los países que más aportan en su producción son Estados Unidos y Francia, aunque existen centrales nucleares repartidas prácticamente por todo el mundo.

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Inconvenientes de las energías no renovables

Como es evidente, el principal inconveniente en todos los tipos de energía no renovable reside en los altos niveles de contaminación que emiten a la atmósfera, tanto en su producción como en su uso. Por consiguiente, tienen una gran incidencia en el cambio climático, junto con la generación de residuos no biodegradables.

Asimismo, las consecuencias de la utilización de energías no renovables están resultando devastadores en el plano sanitario. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que ocho millones de personas mueren cada año por la contaminación del aire y el 91% de la población vive en zonas que tienen una baja calidad de aire. Por si esto no fuera poco, también están afectando la flora y fauna de todo el mundo con la extinción de numerosas especies.

Por otro lado, estamos hablando de fuentes energéticas agotables, lo que supondrá un grave impacto económico y social el día que desaparezcan. En este sentido, algunas fuentes indican que, en 42 años, habrá desaparecido el petróleo de todo el planeta; en 65 años, sucederá lo mismo con el gas natural y el carbón desaparecerá aproximadamente en 150 años.

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¿Por qué las energías no renovables siguen siendo las más utilizadas?

Ante este escenario, es inevitable que nos cuestionemos por qué, a pesar de todos sus inconvenientes, a día de hoy todos los tipos de energía no renovable siguen siendo más utilizados que las fuentes sostenibles. Y lo cierto es que, aunque existen argumentos que respaldan este dominio, siguen siendo insuficientes en vista de las consecuencias de su uso.

Por un lado, nos encontramos con el hecho de que las tecnologías están más preparadas para la extracción de energías no renovables y su transporte. No obstante, es algo natural, dado que es un ámbito en el que se ha invertido e investigado más, de manera que es un problema de fácil solución. Del mismo modo, se habla de mayores posibilidades de aplicación que en las energías verdes.

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Por último, nos encontramos con los costes. Sin embargo, las fuentes generadoras de energías renovables no generan mayores gastos que las no renovables. En este sentido, lo que ocurre es que las instalaciones que de las energías no renovables ya están amortizadas, mientras que las de mayor sostenibilidad requieren de nuevas aportaciones.

A pesar de todo, la transición hacia un uso exclusivo de energías renovables ha dejado de ser una elección. Y es que, de acuerdo con informes del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), si en el año 2050 —cuando más de 9.000 millones de personas habitarán la tierra— seguimos con los ritmos de consumo energéticos y alimentarios actuales, necesitaremos cerca de tres planetas Tierra para satisfacer las demandas.

Por todo esto, el cambio requiere de esfuerzos en todos los sentidos, tanto en el plano económico como estructural, pero también en el ámbito personal. Sin embargo, la transición verde solo será posible si las personas cuentan con la conciencia, los conocimientos y las habilidades necesarias para impulsarla.

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